La Semana Mundial de la Lactancia Materna pone en primer plano una realidad ineludible: sin sistemas de salud robustos que acompañen a las familias, resulta difícil alcanzar la lactancia que los niños necesitan y las madres desean. La OMS y UNICEF, con el apoyo de la OPS en las Américas, han instado a los países a priorizar servicios sostenibles de apoyo a la lactancia bajo el lema «Dar prioridad a la lactancia materna: crear sistemas de apoyo sostenibles». Este llamado no solo es sanitario, también es estratégico. Según señalan, la lactancia funciona como la primera vacuna del bebé y ofrece beneficios sociales y económicos medibles, con un retorno estimado de 35 dólares por cada dólar invertido.
La lactancia materna y la salud pública
La evidencia es consistente: amamantar protege contra diarreas y neumonías, reduce hospitalizaciones y contribuye al desarrollo cognitivo. Sin embargo, la meta global de alimentar de forma exclusiva con leche materna al 60% de los lactantes menores de seis meses para 2030 aún luce distante. Hoy, solo el 48% de los bebés en esa franja de edad logran exclusividad. Estas brechas no se explican por falta de voluntad de las familias, sino por deficiencias estructurales. En muchos contextos, los servicios están fragmentados, los recursos son limitados y la capacitación del personal resulta insuficiente. Solo uno de cada cinco países incluye de manera sistemática formación sobre alimentación infantil en los programas de médicos y enfermeras, lo que deja a demasiadas mujeres sin apoyo calificado desde el parto hasta el posparto.
Avances y desafíos en las Américas
En América Latina y el Caribe, el 52% de los recién nacidos es amamantado en la primera hora de vida y el 43% mantiene lactancia exclusiva durante los primeros seis meses. Por otro lado, al observar toda la región de las Américas, la exclusividad cae al 37% y desciende al 27% en América del Norte. A este panorama se suma la necesidad de reforzar marcos regulatorios: solo 19 de 35 países y territorios han adoptado medidas legales totales o parciales del Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna. Según indican los organismos internacionales, implementar y vigilar efectivamente el Código es clave para proteger a las familias de prácticas comerciales que minan la lactancia. En paralelo, iniciativas como Hospital Amigo del Niño muestran que es posible crear entornos favorables que cambian conductas desde el primer contacto con el sistema de salud.
Qué acciones pueden marcar la diferencia
Invertir en una atención materna y neonatal equitativa y de calidad es el punto de partida. Se requieren presupuestos específicos para la lactancia, integración del asesoramiento en los controles prenatales, en el parto y durante el seguimiento posnatal, además de una formación continua para los equipos de salud, incluso en emergencias y contextos humanitarios. También es decisivo fortalecer las redes comunitarias para ofrecer acompañamiento cercano durante los primeros dos años de vida y más allá, con énfasis en el contacto piel con piel, el inicio temprano y el manejo de dificultades frecuentes. Finalmente, proteger la lactancia exige aplicar sin excepciones el Código en establecimientos y sistemas de salud, de modo que la información que reciben las familias sea independiente, clara y basada en evidencia.

Implicaciones finales
Estos hallazgos sugieren que priorizar la lactancia materna es una decisión de alto impacto sanitario, moral y económico. Construir sistemas resilientes que no dejen atrás a ninguna madre ni a ningún niño demanda liderazgo político, inversión sostenida y equipos de salud competentes. En ese camino, amamantar no puede quedar librado al esfuerzo individual: es una responsabilidad compartida que requiere estructuras, normas y servicios capaces de sostener a las familias en cada paso.
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